LA LECCION DE AUGUST



continuación, se presenta el inicio de cada parte del libro, donde los personajes: August, Via, Summer, Jack, Justin y Miranda explican cómo se sienten frente a la diferencia física que tiene el personaje principal y cuál es su experiencia respecto al tema.


PARTE 5 - JUSTIN
PÁGINA 251: "EL HERMANO DE OLIVIA"


reconozco que la primera vez que he visto al hermano pequeño de olivia me he quedado muy sorprendido.

no debería haberme sorprendido, claro. olivia me había hablado de su “síndrome”. hasta me había descrito cómo era físicamente. Pero también me había hablado de todas las operaciones a las que se había sometido a lo largo de los años, así que yo daba por hecho que ya parecería algo más normal. por ejemplo cuando nace un niño con el paladar hendido y le hacen una operación de cirugía plástica para arreglarlo, a veces no se nota la diferencia, salvo la pequeña cicatriz sobre el labio. supongo que pensaba que su hermano tendría alguna cicatriz por aquí y por allá, pero no esto. desde luego que no me esperaba ver al chaval con gorra que ahora mismo está sentado delante de mí.

en realidad hay dos chavales sentados delante de mí: uno es un chaval completamente normal con el pelo rubio y rizado que se llama jack; el otro es auggie.

me gusta pensar que soy capaz de ocultar mi sorpresa. eso espero. la sopresa es uno de esos sentimientos que pueden resultar muy difíciles de ocultar, tanto si intentas parecer sorprendido cuando no lo estás como si intentas no parecer sorprendido cuando sí lo estás.


le estrecho la mano. se la estrecho también al otro chaval. no quiero concentrarme en su cara.


mola tu habitación, digo.

¿eres el novio de via?, pregunta. creo que está sonriendo.
olivia le baja la visera de la gorra.

¿es una metralleta?, pregunta el chaval rubio, como si no me lo hubiesen dicho nunca. hablamos un poco de zydeco y luego via me da la mano y me saca de la habitación. en cuanto cerramos la puerta, oímos que se echan a reír.

¡soy de brooklyn!, canta uno de los dos.

olivia pone los ojos en blanco y sonríe.
vamos a mi habitación, dice.

llevamos dos meses saliendo. en cuanto la vi, en cuanto se sentó a nuestra mesa en la cafetería, supe que me gustaba. no podía dejar de mirarla. es increíblemente guapa. tiene la piel color aceituna y los ojos más azules que he visto en mi vida. al principio se comportaba como si solo quisiera que fuéramos amigos. creo que ella da esa impresión aunque no quiera. no te acerques. ni te molestes. no coquetea como otras chica. te mira a los ojos cuando te habla, como si te estuviese desafiando. yo también la miraba a los ojos, como si yo también la estuviese desafiando. y entonces le pedí para salir y me dijo que sí. guay.


es una chica increíble y me encanta salir con ella.

no me habló de august hasta nuestra tercera cita. creo que usó la expresión "anormalidad craneofacial". sé que la palabra que no usó fue "deforme", porque no se me habría olvidado.

¿qué te parece? me pregunta nerviosa en cuanto entramos en su habitación. ¿estás impresionado?

no, miento.
sonríe y mira para otro lado.
estás impresionado.
no, le aseguro, es tal como decías que era.

hace un gesto afirmativo y se deja caer en la cama. qué tierno, aún tiene un montón de animales de peluche sobre la cama. coge uno de ellos, un oso polar, y sin pensar se lo pone sobre el regazo.


me siento en la silla de ruedas que hay junto a su mesa. su habitación está impecable.

cuando era pequeña, dice, había un montón de niñas que venían a jugar a casa, pero no volvían una segunda vez. un montón, te lo digo en serio. si hasta tenía amigas que no venían a mis fiestas de cumpleaños porque iba a estar él. nunca me lo decían así, pero al final me enteraba. hay gente que no sabe qué hacer con auggie, ¿sabes?
asiento.

a lo mejor ni siquiera sabían que estaban siendo crueles, añade. tenían miedo, y ya está. a ver, hay que reconocer que su cara da un poco de miedo, ¿no?

supongo, contesto.
pero ¿tienes algún problema con él?, me pregunta con dulzura. ¿no estás alucinado ni asustado?

no estoy ni alucinado ni asustado, contesto sonriendo.


olivia asiente y mira el oso polar que tiene en el regazo. no sé si se me cree o no, pero da un beso en la nariz al oso polar y  me lo lanza mientras sonríe. creo que eso significa que me cree. o al menos que quiere creerme.

***** este capítulo está escrito completamente con minúsculas, ¡y no es un error de escritura! al parecer, el autor quiso reflejar la necesidad de justin por no hacer notar su sorpresa respecto a august *****

PARTE 6 - AUGUST
PÁGINA 277: "EL POLO NORTE"

La Lámpara Patatil fue todo un éxito en la exposición de ciencias. A Jack y a mí nos pusieron un sobresaliente. Era el primer sobresaliente que Jack había sacado en todo el curso, así que estaba flipado.

Todos los trabajos de la exposición de ciencias estaban puestos sobre mesas en el gimnasio. Era el mismo montaje que para el Museo Egipcio en diciembre, solo que esta vez sobre las mesas había volcanes y dioramas moleculares en lugar de pirámides y faraones. Y en lugar de ser nosotros quienes les enseñábamos los trabajos de los demás a nuestros padres, teníamos que quedarnos plantados junto a nuestras mesas mientras todos los padres se paseaban por la sala de mesa en mesa.

Hagamos cuentas: sesenta alumnos en todo el curso equivalen a sesenta pares de padres, eso sin contar a los abuelos. O sea, un mínimo de ciento veinte pares de ojos mirándome a mí. Es como la aguja de una brújula, que siempre apunta al norte mires a donde mires. Todos esos ojos son como brújula, y para ellos yo soy como el polo Norte.

Por eso siguen sin gustarme los actos del colegio a los que acuden los padres. No los odio tanto como  cuando empezó el curso. Como por ejemplo la fiesta  de las donaciones en Acción de Gracias: creo que esa fue la peor. Fue la primera vez que tuve que enfrentarme a todos los padres a la vez. Luego pasó lo del Museo Egipcio, pero eso no estuvo mal, porque me disfracé de momia y nadie se fijó en mí. Luego dimos el concierto de Navidad, que fue horrible porque tuve que cantar en el coro. No solo soy un negado cantando, sino que me sentí como si estuviera es un escaparate. La exposición de arte no fue tan mal, pero aun así estuve incómodo. Colgaron nuestros cuadros en los pasillos por todo el colegio y los padres fueron a verlos. Era como empezar el colegio de cero y tener que cruzarme con adultos desprevenidos por las escaleras.

En fin, no es que me importe que la gente reacciones al verme. Ya lo he dicho un millón de veces: ya estoy acostumbrado. No dejo que me afecte. Es como cuando sales a la calle y está chispeando. Cuando chispea no te pones las botas de agua. Ni siquiera abres el paraguas. Caminas bajo la lluvia y apenas te das cuenta de que se te está mojando el pelo.

Pro cuando se trata de un gimnasio lleno de padres, las gotas de agua se convierten en un huracán. Todos los ojos se estrellan contra ti como una pared de agua.
Mamá y papá estuvieron un buen rato al lado de mi mesa junto a los padres de Jack. Es curioso, los padres acaban formando los mismos grupos que sus hijos. Por ejemplo, mis padres, los padres de Jack y la madre de Summer se llevan muy bien. Veo que los padres de Julian se juntan con los de Henry y los de Miles. Si hasta los padres de los dos Max se juntan. Qué gracia.

Luego, cuando volvíamos a casa, se lo conté a mamá y a papá y les pareció una observación muy curiosa.

- Debe de ser verdad eso de cada oveja con su pareja – dijo mamá.


PARTE 7 - MIRANDA
PÁGINA 313: "MENTIRAS DE CAMPAMENTO"

Mis padres se divorciaron el verano antes de entrar en noveno. Mi padre enseguida se buscó una nueva pareja. De hecho, aunque mi madre no me lo dijo, creo que esa fue la razón por la que se divorciaron.

Después del divorcio, apenas veía a mi padre. Y mi madre se comportaba de una manera muy rara. No es que fuese inestable ni nada por el estilo: simplemente era fría. Distante. Mi madre es la clase de persona que siempre les pone buena cara a los demás, pero a mí casi nunca. Nunca ha hablado demasiado conmigo; ni sobre sus sentimientos, ni sobre su vida. No sé gran cosa de cómo era cuando tenía mi edad. No sé gran cosa de lo que le gustaba o dejaba de gustarle. Las pocas veces que ha nombrado a sus padres, a los que no conozco, era para decir cuánto deseaba alejarse de ellos en cuanto pudiese. Nunca me ha dicho por qué. Le he preguntado en varias ocasiones, pero siempre ha hecho como que no me había oído.

Aquel verano no quise ir al campamento. Me hubiese gustado quedarme con ella, ayudarla con lo del divorcio, pero se empeñó en que me fuese. Pensé que quería pasar tiempo a solas, así que le hice caso.

El campamento fue horrible. Lo pasé fatal. Pensé que sería mejor al ser monitora pero no fue así. No repitió ni una sola persona de las que habían estado el año anterior, así que no conocía a nadie. Ni a uno. No sé por qué, pero empecé a jugar a inventarme cosas con las chicas del campamento. Si me preguntaban algo sobre mí, me lo inventaba: “Mis padres están en Europa” les conté. “Vivo en una casa enorme en la mejor calle de North River Heights.” “Tengo una perra que se llama Daisy.”

Un buen día les solté que tenía un hermano pequeño deforme. No tengo ni idea de por qué lo dije, me pareció algo interesante. Y, claro está, la reacción de las niñas del bungalow fue dramática. “¿De verdad?” “¡Cuánto lo siento!” “¡Debe de ser muy difícil!” Etcétera, etcétera. Por supuesto, me arrepentí de haberlo dicho en cuanto se me escapó de los labios: me sentí una mentirosa sin escrúpulos. Si Via se enteraba, pensaría que soy una tía rara. Y me sentía como una tía rara. Pero tengo que reconocer que había una parte de mí que se sentía con derecho a contar aquella mentira. Conozco a August desde que tenía seis años. Lo he visto crecer. He jugado con él. Por él me he visto los seis episodios de La guerra de las Galaxias, para poder hablar con él de los alienígenas, de los cazarecompensas y de todo lo demás. Fui yo quien le regaló el casco de astronauta que apeas se quitó durante dos años. Con esto quiero decir que más o menos me he ganado el derecho a pensar en él como si fuera mi hermano.

Y lo más curioso de todo es que aquellas mentiras que contaba, aquellas ficciones, hacían que mi popularidad subiese como la espuma. Las otras monitoras se enteraron por las campistas y no hablaban de otra cosa. Nunca jamás me han considerado una de las chicas “populares” en nada, pero aquel verano en el campamento, fuera por lo que fuese, era la persona con la que todo el mundo quería juntarse. Hasta las chicas del bungalow 32 estaban como locas conmigo. Me refiero a las chicas  que están en lo más alto de la cadena alimenticia. Decían que les gustaba mi pelo (aunque me cambiaron el color). Decían que les gustaba cómo me maquillaba (aunque eso también lo cambiaron). Me enseñaron a hacer tops con camisetas. Fumábamos. Nos escapábamos por la noche y atravesábamos el bosque para llegar al campamento de los chicos. Salíamos con chicos.


Cuando volví a casa del campamento, llamé a Eva enseguida para hacer planes con ella. No sé por qué no llame a Via. Supongo que no me apetecía hablar de ciertas cosas con ella. Me habría preguntado por mis padres y por el campamento. En cambio, Eva nunca me hacía preguntas. En ese sentido, era una amiga más fácil. No era tan seria como Via. Era divertida. Cuando me teñí el pelo de rosa le pareció guay. Quería que le hablase de aquellas escapadas por el bosque a altas horas de la noche.


PARTE 8 - AUGUST
PÁGINA 331: "LOS CAMPAMENTOS DE QUINTO CURSO"

Cada año, en primavera, los alumnos de quinto de Beecher pasan tres días y dos noches en un lugar llamado la reserva Natural Broarwood, en Pensilvania. Se tardan cuatro horas en llegar en autobús. Los alumnos duermen en cabañas con literas. Se hacen hogueras, se tuestan nubes de azúcar y se dan largos paseos por el bosque. Los profesores llevan todo el curso preparándonos para esto, así que todos están muy emocionados… todos menos yo. No es que no esté emocionado, porque un poco sí lo estoy; lo que pasa es que nunca he dormido fuera de casa y ando un poco nervioso.

Casi todos los niños de mi edad han dormido alguna vez fuera de casa. Muchos ya han ido a campamentos, o se han quedado en casa de sus abuelos a dormir, o yo qué sé. Yo no, a menos que cuenten las estancias en un hospital, pero incluso en ese caso mamá o papá se quedaban siempre conmigo durante la noche. Nunca me he quedado a dormir en casa de los abuelitos, ni en casa de la tía Kate y el tío Po. Cuando era muy pequeño, era porque había demasiadas complicaciones médicas, como tener siempre que limpiar el tubo traqueal cada hora, o volver a meterme el tubo de la comida si se me soltaba. Pero después nunca me ha apetecido pasar la noche en ningún otro sitio. Una vez estuve a punto de quedarme a dormir en casa de Christopher. Tendríamos unos ocho años y aún éramos muy buenos amigos. Nuestra familia había ido de visita su casa y Christopher y yo nos lo estábamos pasando en grande jugando con las piezas de Lego de La Guerra de las Galaxias. Cuando llegó la hora de irnos, yo no quería irme. “Por favor, por favor, por favor ¿puedo quedarme a dormir?”, pregunté. Nuestros padres dijeron que sí, y mamá, papá y Via se fueron a casa. Christopher y yo nos quedamos levantados hasta las doce de la noche, jugando, hasta que Lisa, su madre dijo: “Chicos, ya es hora de acostarse”. En ese momento me entró el pánico. Lisa intentó ayudarme a que me durmiese, pero me eché a llorar y quise irme a casa. A la una de la mañana, Lisa llamó a mis padres, y papá volvió a Bridgeport para recogerme. No llegamos a casa hasta las tres. La única vez que he intentado dormir fuera de casa fue un desastre, por eso me pone un poco nervioso lo del campamento.

Pero también estoy super emocionado.